En el inmortal, Borges, nos cuenta sobre seres inmortales que hallaban el pensamiento como placer mas complejo y a el se entregaban. Utilizaban el cuerpo como un animal domestico, lo cual le bastaba; le proporcionaban a este una limosna una vez por mes de agua y carne y ciertos estímulos extraordinarios, como la lluvia, los restituían al mundo físico.
Todos los inmortales tenían la capacidad de quedarse perfectamente quietos. En el relato se menciona a uno al que jamas se había visto de pie y en cuyo pecho anidaba un pájaro.